Implica tener una visión clara y detallada de todo lo que sucede en la red, desde el tráfico de datos hasta el estado de los dispositivos conectados. Esto permite a los administradores de red identificar problemas, detectar amenazas y gestionar recursos de manera más eficiente.
Se refiere al proceso continuo de observar y registrar el tráfico y el comportamiento de la red en tiempo real, utilizando herramientas especializadas para alertar sobre posibles anomalías, fallos o ataques. El monitoreo permite detectar y responder rápidamente a problemas de seguridad, como accesos no autorizados, o a cuestiones de rendimiento que puedan afectar la operación de la red.
Ambos elementos son fundamentales para mantener la seguridad y el rendimiento óptimo de una infraestructura de red.